Una leyenda hindú
"Hubo un tiempo en que todos los seres humanos eran dioses, sin embargo, éstos abusaron tanto de sus poderes que Brahma, dios de los dioses, decidió quitarles ese don divino y esconderlo en un lugar donde fuese imposible de encontrar, salvo que la búsqueda fuese intensa y sincera.
La gran dificultad era encontrar el escondite apropiado...
Decidió, entonces convocar a otros dioses menores a un consejo con el fin de encontrar solución a este problema.
Consultados, los dioses dijeron:
"Esconderemos la divinidad del hombre en lo profundo de la tierra".
Pero Brahma contestó:
"Esto no serviría de nada porque el hombre cavará y la encontrará".
Entonces los dioses replicaron:
"En ese caso, ocultaremos la divinidad en lo más profundo de los océanos".
Pero Brahma contestó diciendo:
"No, porque tarde o temprano el hombre explorará las profundidades de todos los mares, un día la encontrará seguramente".
Entonces los dioses concluyeron:
"No sabemos dónde esconderla pues no existe lugar en la tierra o el mar donde el hombre no pueda llegar algún día".
Luego de unos momentos, Brahma concluyó diciendo:
"Esto es lo que haremos con la divinidad del hombre, la guardaremos en lo más profundo de sí mismo, será el único lugar donde nunca llegará. Sólo descubrirá su auténtica esencia cuando vuelva su mirada hacia su propio espacio interior".
Así, el hombre busca dominar su entorno, lo explora incansablemente en busca de una plenitud que no logra, una felicidad que no alcanza, una verdad que no se revela. Cuando la auténtica realización de su vida, todo aquello que le hace falta para una vida plena y feliz, está adormecido en la profundidad de sí mismo, como un tesoro escondido y puja por aflorar.